IMAGEN: CAPITANPATATANo hace falta repetir que estamos en crisis, pero ¿y cuándo no lo hemos estado? Si atendemos a su etimología (del griego, claro) realmente la crisis es el momento de tomar decisiones, de cambiar, de mejorar incluso. No se trata necesariamente de un término negativo. Pero no es ése el caso actual: no vamos a mejorar, más bien nos precipitamos por una cuesta abajo que ya venía fraguándose desde décadas atrás. Se han ido disponiendo las circunstancias propicias para que, llegado el momento, ahora, alguien incline nuestro suelo y seamos todos arrastrados al fondo sin remedio. Había algunas señales que lo revelaban, pero ahora es tan pronunciado que nos hallamos ya en una caída vertiginosa, tanto que algunos se preguntan, estupefactos, qué está pasando y la mayoría ni lo ha advertido, ¿creerán que se trata sólo de una atracción más de este gigantesco parque temático creado ad hoc para que vivamos sin preocupaciones y sin cuestionarnos nada, para que sigamos empeñados en lo accesorio y descuidando lo fundamental, mientras otros deciden por nosotros nuestra vida?
Una de esas señales es el escandaloso deterioro de la educación. Resulta extraño que la solución al fracaso escolar, a que haya demasiados suspensos, sea ¡eliminar el suspenso! Si no fuera trágico resultaría cómico que últimamente se prefiera tener un título a tener conocimientos, que tengan más éxito los centros, preferentemente concertados, en los que se hinchan fraudulentamente las notas (sólo por pagar una jugosa matrícula) y no los que ofrecen calidad y exigencia, a menudo, centros públicos. ¿Estaría en su juicio quien prefiriera cobrar por su trabajo billetes del Monopoly, argumentando que son más fáciles de ganar, en lugar de dinero auténtico? ¿Cuánto tardaría en morir de hambre quien llevara esto a la práctica? Lo terrible es que demasiados descubren muy tarde las consecuencias de las carencias formativas. Cuando un joven llegue a sus 25 ó 30 años y se dé cuenta de que ningún título de los que le han regalado sirve para nada, que adaptarse a las exigencias del mercado laboral y ser emprendedor es la trampa de las empresas para subcontratar falsos autónomos, ya será tarde: habrá perdido su capacidad de aprendizaje. Si hasta mediados del XX se estudiaba latín y griego desde los 12 años, a finales de ese siglo se hacía a los 15 años y actualmente no se exige ni latín a los estudiantes de filologías, no se trata de un cambio inocente o casual, los alumnos no son menos capaces ahora: es que no interesa tener una población instruida e inteligente, consciente y responsable de sus capacidades y derechos, exigente. La universalización de la educación no es tal, porque siguen siendo unos pocos privilegiados los que realmente tienen acceso a ella. Y ni los propios profesores se dan cuenta de lo que está pasando, sino que repiten a coro con los responsables de la educación que las "letras" no valen para nada y las "matemáticas" para todo, que las actividades extraescolares son prioritarias, que hay que hacer asignaturas divertidas, que hay que usar a toda costa nuevas tecnologías e inglés o chino..., y cada poco tiempo se cambia sin motivo ni recursos económicos todo el sistema: ya son demasiadas las promociones que han sufrido estos experimentos.
Es realmente fundamental que todos los alumnos estudien Humanidades, y muchas, porque sin ellas se destruye nuestra civilización ¡sólo! y las generaciones venideras tendrán la ingrata tarea de recuperarlas y reprocharnos nuestra desidia.
Recomiendo leer ahora el artículo
Y una lectura estupenda para este verano es