Bruno Le Maire, Ministro de Finanzas de Francia, defiende el valor de la literatura.
¡Leed! No os imagináis el placer que vais a sentir.
Lo digo con mucha convicción porque tengo hijos; uno de ellos va al instituto y lo de la lectura se ha convertido en un combate. Y este combate lo llevamos a cabo con Marc Ladreit de Lacharrière, con Luce Parrot, con Éric Reinhart, que está aquí, con todos los periodistas que están presentes aquí y escriben.
No es para molestaros, no es para daros lecciones de moral, no es para obligaros a hacer actividades duras. La lectura es un placer inmenso que va a desarrollar vuestra imaginación, que os va a permitir abriros a mundos radicalmente nuevos en los que no habríais entrado si no fuera por las palabras, que os va a permitir entender quiénes sois, que os va a poner palabras a aquello que sentís y que ni siquiera sabéis sobre vosotros, y que una persona totalmente desconocida, a la cual nunca habéis visto y a la que probablemente nunca veáis, os susurrará al oído, en el silencio de la lectura, cosas que nunca habríais comprendido sobre vosotros si no las hubierias leído. Aprendemos más sobre el deseo de aventura leyendo "Robinson Crusoe" que yéndonos de viaje. Aprendemos más sobre el deseo y los celos, a veces en la base del deseo, leyendo "Albertine desaparecida" o "La prisionera" que por la experiencia propia. Y cuando uno mismo tenga celos porque quiere a alguien que no le quiere a él, basta con leer a Proust para entender ese sentimiento, para ponerle palabras. Y esas palabras os van a calmar porque os harán comprender que formáis parte de una comunidad que siente las mismas cosas y que no estáis solos. Ésa es la singularidad de la lectura: es una actividad solitaria que os abre al resto del mundo. Estáis solos, pero nunca estáis tan cerca de los demás como cuando leéis un libro.
A todos los jóvenes que nos escuchan: leed. Apartaos de las pantallas. Salid de las pantallas. Las pantallas os devoran, la lectura os alimenta. Ésa es la diferencia. Las pantallas os vacían, los libros os llenan. Ésa es la diferencia. Está claro que es un combate. Porque las pantallas son lo fácil, captan tu atención, te atrapan y, además, están bien organizadas. Saben daros, como a las ratas, pequeños estímulos nerviosos cada cinco segundos, cada diez segundos, que os obligan a seguir pegados a la pantalla. Pero, por desgracia, eso no os permitirá desarrollar vuestra libertad. La literatura es un arma de libertad. Y las pantallas, no todas, aquí no hablo de las pantallas de cine, hablo de las pantallas de los gigantes digitales, pueden convertirse muchas veces en instrumentos de sometimiento. Las pantallas os pueden someter en vuestro consumo, en vuestro comportamiento, en vuestras prácticas o en vuestros gestos para orientar vuestros pensamientos.
La literatura os dará libertad. Las palabras os dan libertad para construiros y ser quienes sois. Se lo digo a todos los estudiantes que nos escuchan: cada uno de vosotros es único. La literatura y los libros os permitirán descubrir hasta qué punto sois únicos, hasta qué punto sois diferentes a los demás, esto es lo que hace a la humanidad. Cada persona es única y es la literatura la que nos lo enseña.