POR UNA ESCUELA CON CLÁSICOS
Artículo de J. CARLOS IGLESIAS ZOIDO, Catedrático de Filología Griega de la UEX y Presidente de SEECExtremadura, en el diario HOY, el 15 de septiembre de 2018.
Me pregunto si nuestra sociedad solo se dará cuenta de aquello que estos estudios aportaban (conceptos básicos de la ética, la filosofía, la política o el arte) cuando la pérdida de lo que antes disfrutábamos sin apreciarlo sea ya irreparable.
En estos últimos días la prensa nos ha mostrado con todo lujo de detalles el resultado de un desastre: la destrucción del Museo Nacional de Brasil en Río de Janeiro, el más antiguo del país sudamericano. El fuego ha devorado un conjunto de tesoros culturales de incalculable valor. Entre esos miles de objetos artísticos únicos e insustituibles, que se han perdido para siempre, se da la amarga ironía de que ha sido definitivamente destruido un fresco pompeyano tras haber sobrevivido a la terrible erupción del Vesubio del año 79 d.C. Una hermosa pintura que, por los azares del destino, había acabado expuesta en Río para disfrute de los visitantes de este museo. Lo que la nube piroplástica del volcán napolitano no consiguió destruir ha acabado desapareciendo para siempre por culpa de algo mucho peor que un desastre natural: la incuria y el desprecio de unas autoridades que no han sabido velar por la cultura custodiada en esta bicentenaria institución.
Tras las fotos del incendio, nos llegan a cuentagotas las quejas sobre la progresiva reducción del presupuesto destinado a la conservación del edificio, hasta el punto de conocer que se gastaba más dinero en lavar los coches de los diputados de la Cámara Baja en Brasilia que en preservar esas joyas culturales que se han perdido para siempre.
Ahora todo el mundo se escandaliza y las autoridades prometen todo tipo de ayudas para tratar de parchear una situación que ya es irreparable. ¡Cuánto más rentable para la sociedad habría sido prestar la adecuada financiación para conservar dignamente lo que ya existía y no era suficientemente apreciado!
Todo esto me ha llevado a reflexionar sobre el valor de la cultura en nuestra sociedad. Es cierto que en nuestro país las instituciones culturales cuentan con un apoyo mayor que el que hemos visto en el caso del Museo Nacional de Río. Sin embargo, no es menos cierto que hay ámbitos en los que el triunfo de un equivocado concepto de lo que es 'útil' acaba provocando el desinterés, cuando no el desprecio, por ciertos ámbitos de la cultura y de la educación. En concreto, me refiero a la difícil situación que viven los estudios clásicos en nuestra sociedad.
Por un lado, forman parte de unos estudios humanísticos que gozan cada vez de menor aprecio social hasta conseguir que sea un número reducido de alumnos quienes cursen estos estudios en el Bachillerato. Unos auténticos héroes que, frente a una terrible y bárbara incomprensión, han decidido formarse en materias humanísticas entre las que las lenguas clásicas ocupan un importante lugar. Pero, por si esto no fuera ya un grave problema, quienes cultivamos estos saberes también nos vemos obligados a luchar con la indiferencia de quienes no comprenden o no quieren comprender el valor del legado clásico grecolatino. Una lucha que se vuelve mucho más amarga cuando quienes se colocan al otro lado de esta virtual trinchera son compañeros docentes.
Por no hablar de aquellos cargos directivos que aprovechan cualquier ocasión para ir reduciendo el escaso espacio que nuestras materias se habían ido ganando a lo largo de muchos decenios de esfuerzo y renovación didáctica en el ámbito de la enseñanza secundaria.
En los últimos años esta situación ha ido empeorando en muchos lugares hasta el punto de que me pregunto si nuestra sociedad sólo se dará cuenta de aquello que los clásicos aportaban (conceptos básicos de la ética, la filosofía, la política o el arte) cuando ya la pérdida de lo que antes disfrutábamos sin apreciarlo sea ya irreparable. ¿No es mucho más rentable aprovechar lo que ya existe y ha demostrado una clara utilidad para una sociedad con valores que dejar que la incuria acabe provocando su ruina definitiva? Para mí la respuesta es clara: por una escuela con clásicos.
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También interesa leer el artículo Humanismo y educación, de Bernardo Souvirón.
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